RODRIGO QUIJANO
«Una procesión entera va por dentro es una larga respiración. La del cuerpo agitado que se detiene en una oración o se paraliza en medio de una balacera. Una voz que escapa y contempla la realidad en sucesivas capas de tierra a través de un agujero. Un cuerpo enterrado en la violencia de una ciudad sumergida en la piel, donde la oscuridad de los huesos se mezcla intermitente con el brillo de las estrellas. Una procesión entera va por dentro es también una visión serena en la ciudad Necrópolis: una ciudad de cuerpos vivos que flotan sobre la arena contenida en su propia humedad. Cuerpos que compiten con imágenes cromadas de muerte que se zambullen en ese licor de fantasía hecho de contemplación y memoria».