WILSON, KENDRA / HYLAND, ANGUS
Es evidente que quienes confieren cualidades humanas a los animales encuentran en el perro al cómplice mejor dispuesto: los vestimos con jerséis, difuminamos sus cualidades lupinas sobre un fondo de papel pintado estampado, cambiamos el color de su pelaje... Así es como retratamos a nuestros mejores amigos.
Este imperecedero amor de los perros por los humanos se ve recompensado en estas páginas. La dependencia, claro está, es mutua: necesitamos a los perros porque nos ayudan a abrir vías por las que fluye la emoción. En el arte, así como en la vida, proyectamos nuestras ambiciones, nuestros triunfos y nuestras inquietudes en los perros, y estos siempre vuelven a por más. No obstante, la llamada de la naturaleza siempre permanece latente.
Aunque es poco probable que el cruce de un labrador con un caniche aparezca en una pintura rupestre, las razas contemporáneas no se diferencian demasiado de los antiguos prototipos caninos. Las formas más recurrentes son las del corpulento mastín, la del spitz con su rabo curvado y la del perro más aerodinámico de todos: el galgo. Este ha perdurado en el tiempo como compañero de cacería y modelo de artistas, y la suya es, probablemente, la forma canina por antonomasia.
En todas sus variantes lebrel escocés, galgo ruso, perro real egipcio, el galgo aporta elegancia a escenas cargadas de símbolos que transmiten estatus social y riqueza. Incluso los whippets de Lucien Freud, entrelazados con la carne humana, aportan calidad a sus pinturas. Los perros salchicha, por su parte, gozan de aceptación entre quienes son dados a los efectos dramáticos; compañeros de Pablo Picasso y Andy Warhol, acabaron irremediablemente plasmados sobre el lienzo y el papel.
Este libro explora la alternativa del perro frente a su existencia salvaje: la vida con los humanos. Nuestra contribución a esta relación es bastante sencilla y consiste básicamente en proveerles de alimento y compañía; más allá de estas necesidades, la vida de un perro no tiene mayor complicación. Como dijo el escritor estadounidense James Thurber, los perros están obsesionados con ser felices.
Angus Hyland y Kendra Wilson