BROWN, CHESTER
En Louis Riel, Chester Brown afronta un trabajo ambicioso y metódico que le otorgue el título de doctor del cómic. Para ello se ha tomado el trabajo muy en serio, ha realizado una investigación y una planificación exhaustivas y lo ha puesto todo al servicio de la historia, no al servicio del artista, como era el caso de las anteriores obras. Paradójicamente, en esta obra más que nunca es donde se hace evidente el grandísimo autor que es Chester Brown.
La historia que presenta Brown en Louis Riel es la de la independencia de Canadá, centrada en la figura de uno de los personajes que en mayor medida participaron en su consecución, Louis Riel, un mestizo que en cierto punto de la historia comienza a adoptar un aire mesiánico y una mayor preocupación por los designios divinos que por los propios actos de los hombres y sus consecuencias. Nos encontramos por tanto ante un cómic-ensayo, una historia de no-ficción, aunque para su mejor comprensión Brown se haya permitido ciertas licencias e inexactitudes históricas. En una tesis doctoral el objetivo último es demostrar que el candidato es capaz de llevar a cabo un trabajo a la altura del título al que opta, más que a presentar un trabajo extremadamente brillante y novedoso. En Louis Riel, al igual que en una tesis, en ocasiones hay que simplificar los hechos en aras de una mejor comprensión, e incluso, aunque esté feo decirlo, hay que engañar un poco a la audiencia. Porque el trabajo tiene que estar escrito con tal claridad que cualquiera, por profano que sea en la materia, tenga los elementos suficientes para comprender lo que se describe. Chester Brown lo logra, y para conseguirlo utiliza sabiamente una serie de recursos estilísticos muy claros.
El tema: A diferencia de sus anteriores obras, bien tomadas de su propia experiencia o de su propia imaginación, Brown decide en esta ocasión acercarse a un tema ajeno (aunque no tanto, siendo canadiense). Para llegar a buen puerto, no le queda más remedio que realizar un extenso trabajo de documentación, de planificación de las distintas escenas y de condensación. Al final del libro se incluye un apéndice en forma de texto donde se explican algunas de las decisiones tomadas durante la realización de la historia. Reconozco que sólo lo he leído por encima. Todo lo que me interesaba estaba dibujado en las viñetas previas.
La caricatura: El dibujo de Brown siempre ha tendido a la caricatura. En El Playboy y I never liked you, los personajes son cabezones, como para tratar de distanciarlos un poco de los personajes auténticos en los que están basados (y para crear esa especie de empatía que provocan las cabezas grandes, de niño). En Ed, el payaso feliz, son las propias características grotescas de los personjes las que dan a lugar a la caricatura. En Louis Riel la aproximación es distinta. Aquí la caricatura sirve para hacer a cada personaje reconocible al primer vistazo, e incluso las facciones de los mismos no cambian un ápice a lo largo de los años (salvo por la barba de Riel). En este caso los personajes no sólo no son cabezones, sino todo lo contrario. Louis Riel y sus compañeros tienen cuerpos formidables en comparación con su cabeza, y sobre todo, unas manos enormes. Unos cuerpos y unas manos con las que construir una nación. Uno de los pocos personajes con una apariencia extremadamente ridícula (enorme nariz) es el malo de la película. Es decir, la caricatura tiene un fin narrativo más que descriptivo, y dota de cierto aire mítico o sobrehumano a las figuras principales de la rebelión canadiense.