HERMAN PARRET
El campo semántico de la "presencia" se organiza en torno al sentido de origen: está presente lo que está ahí, in vivo, hic et nunc, en una constelación deíctica aprehensible por ostensión. De ese modo, la presencia es observable, sensible, para la vista esencialmente, pero también para el oído y para los sentidos íntimos, como el olfato, el gusto y el tacto.
La presencia se atribuye igualmente a las personas que a un fragmento del mundo, objeto, estado de un hecho o acontecimiento. Una presencia divina, mística, en cambio, no es observable: puede ser real sin ser material. Por otra parte, el reconocimiento y la captación de una "presencia" es un asunto altamente afectivo: las presencias son patemizadas y nunca son simples correlatos de estados puramente cognitivos