GERMAN SAMPER
Germán Samper Gnecco, el arquitecto bogotano que anotó estas palabras en su libro Recinto urbano. La humanización de la ciudad (1997), es en estos días un hombre festejado. Después del premio a la trayectoria otorgado por la VII BIAU Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo y el doctorado honoris causa de la Universidad de los Andes que le fue entregado a principios marzo, ahora se le dedica una extensa exposición en el Archivo de Bogotá, durante cuya inauguración además fue condecorado con la Orden Civil al Mérito Ciudad de Bogotá.
La obra de Samper es trascendental para la arquitectura colombiana. Si bien su formación como arquitecto, en los años 1950s ocurre en un momento en que el movimiento moderno está en su momento de mayor auge, Samper poco a poco construye un discurso propio, ayudado por el renovado interés por lo íntimo y la escala humana en los años 1960s y 1970s, e inspirado por una serie de encuentros con la realidad del país y los ciudadanos, por ejemplo cuando es gestor del barrio La Fragua, un experimento de autoconstrucción dirigida único para la época.
Al final del recorrido, es evidente la vigencia que sigue teniendo el pensamiento de Samper. Pensar la ciudad como una sucesión de espacios de calidad es sin lugar a dudas algo que hace falta en la gestión pública, donde muy a menudo se sigue pensando en edificios a lo CIAM antes de mirar el aporte de estos a la ciudad en el sentido de calidad espacial. Paradójicamente fue la ministra de vivienda Beatriz Uribe quien lo resumió muy bien durante el concurrido evento de inauguración: La gran lección de Germán Samper es que la vivienda no es cantidad sino construir ciudades cuya arquitectura es pensada para la gente. Esperemos que tanto el sector público como el sector privado tomen nota.