MILAGROS ROMERO TORRES
Sus calles bullangueras y descuidadas conservan todavia sabor de antaño. Cada vez que alzamos la vista descubrimos un balcón de cajón, las torres de una iglesia, el perfil de un edificio monumental, vetustas instalaciones hospitalarias, cornisas de madera y detalles arquitectónicos en desuso. Topamos en el camino con varias fuentes decimononicas en sus pequeñas plazas. Impregnan el aire los recuerdos del desaparecido edificio universi-tario, las momias incas perdidas en el tiempo, los olores del mercado central, y más allá, precisamente mas allá, el aroma de flores camino al campo santo.
Virgilio Freddy Cabanillas